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Article: PINS - CAROLINA ISASI Y EL ARTE DE REGALAR LIBROS

PINS - CAROLINA ISASI Y EL ARTE DE REGALAR LIBROS

Diez lecturas para acompañar el tiempo
Selección de Carolina Isasi

Regalar un libro es un gesto que se resiste a la inmediatez. No se consume al instante ni se agota en el momento de abrir el papel. Un libro regalado pide tiempo, silencio y una cierta disponibilidad interior. Puede esperar semanas en una mesilla o años en una estantería hasta que llega el día —a veces inesperado— en que se abre.
Por eso, regalar un libro no es solo hacer un obsequio: es proponer una forma de compañía, una presencia discreta que no exige nada a cambio.

Hay regalos que buscan sorprender y otros que buscan permanecer. El libro pertenece a esta segunda categoría. No ocupa espacio en la agenda ni reclama atención inmediata. Se queda cerca, como una conversación pendiente. Regalar un libro implica aceptar que quizá no se lea enseguida, o que incluso no se lea nunca. Y aun así, confiar. Confiar en que, si llega el momento, esas páginas sabrán estar.

Hay libros que llegan cuando uno está preparado para ellos y otros que esperan pacientemente a que la vida haga su trabajo. Regalar un libro implica asumir esa incertidumbre. También por eso es un gesto generoso: porque confía en el tiempo del otro.

En esta selección conviven el duelo personal y la memoria colectiva, la reflexión ensayística y la experiencia estética, la palabra escrita y la imagen. No como compartimentos estancos, sino como capas que se superponen. Leer —y regalar libros— es también una forma de situarse en el mundo. No como quien busca certezas, sino como quien acepta la complejidad.

Los libros que permanecen no suelen ser los que ofrecen respuestas inmediatas, sino aquellos que abren preguntas, que acompañan procesos, que se transforman con nosotros. Esta no es una lista definitiva ni un canon, sino un recorrido posible: íntimo, atento, atravesado por la memoria y el cuerpo.

En un mundo marcado por la urgencia, la acumulación y la prisa por producir respuestas, el libro sigue siendo un objeto extraño. No promete soluciones rápidas ni resultados medibles. Ofrece algo menos visible y, precisamente por eso, más duradero: una experiencia que se despliega despacio y deja poso.

Quien regala un libro confía en la sensibilidad del otro, en su curiosidad, en su capacidad de demorarse y de dejarse tocar por una voz ajena. Los libros que forman esta selección no buscan impresionar ni tranquilizar. Hablan del tiempo, de la memoria, del cuerpo, de la creación y de la mirada. Son libros que acompañan distintos momentos de la vida y que pueden leerse de maneras diferentes según el momento.

Regalar uno de ellos es, en el fondo, una forma de cuidado.
Un gesto pequeño, pero lleno de intención.

Pins

El jardinero y la muerte — Gueorgui Gospodínov (Impedimenta)
Gospodínov escribe tras la muerte de su padre sin solemnidad ni dramatismo. Elige una escritura fragmentaria, delicada, hecha de recuerdos, escenas domésticas y reflexiones breves. El duelo aparece en los gestos mínimos: el cuidado del jardín, la fragilidad del cuerpo que envejece, el cambio silencioso de lugar entre padres e hijos. Más que un libro sobre la muerte, es un libro sobre el amor filial y el paso del tiempo.

El año del pensamiento mágico — Joan Didion (Random House)
Didion aborda la pérdida desde una lucidez extrema. Tras la muerte repentina de su marido, analiza cómo la mente se resiste a aceptar lo irreversible y construye pequeñas ficciones para sobrevivir. Una prosa seca y precisa, sin sentimentalismos, que observa qué ocurre cuando el mundo conocido se desmorona de un día para otro.

El barman del Ritz — Philippe Collin (Galaxia Gutenberg)
Ambientada en el París ocupado durante la Segunda Guerra Mundial, la novela se sitúa en el bar del hotel Ritz, un espacio intacto en medio del desastre. Desde la mirada de un camarero, testigo silencioso, Collin construye un retrato moral lleno de matices sobre la neutralidad, la supervivencia y las decisiones que acaban definiendo una vida.

Demolición — Dolores Payás (Confluencias)
Una novela de silencios y memoria fragmentaria. El pasado aparece como una grieta que atraviesa el presente sin explicarse del todo. Más que hechos cerrados, lo que se transmite son ausencias y palabras no dichas que siguen operando con el tiempo.

El puente donde habitan las mariposas — Nazareth Castellanos (Siruela)
Un ensayo que une neurociencia y filosofía para pensar la respiración como puente entre cuerpo y mente. Lejos de la autoayuda, propone una reflexión serena sobre cómo habitamos nuestro cuerpo y cómo ese gesto cotidiano condiciona nuestra forma de pensar y estar en el mundo.

Valencia — Raquel Bada · Ilustraciones de Rosa Fuster (Tinta Blanca)
Texto e imagen dialogan sin ilustrarse mutuamente. El resultado es un retrato sensible de la ciudad: un libro para leer, mirar y volver a abrir con el tiempo, como quien regresa a un lugar querido.

Un traje rojo para un duelo — Elena Garro (Bamba Editorial)
El duelo aparece aquí desde lo simbólico y lo fantástico. Garro transforma el dolor en gesto y lenguaje, cuestionando las normas sociales que dictan cómo y cuánto se puede sufrir. Una escritura intensa y sorprendentemente contemporánea.

Pan de ángeles — Patti Smith (Lumen)
Recuerdos, lecturas, sueños y pérdidas se entrelazan en una narración fragmentaria, como la memoria misma. La creación aparece como una forma de cuidado y resistencia. Un libro íntimo y luminoso.

La batalla de Versalles — Robin Givhan (Superflua)
A partir de un desfile de 1973, Givhan reflexiona sobre la moda como fenómeno cultural, político y social. Más allá del glamour, analiza la estética como espacio de poder e identidad.

Sobre la fotografía — Susan Sontag (Debolsillo)
Ensayos fundamentales para pensar la fotografía como memoria, apropiación y poder. Lectura aún vigente en un mundo saturado de imágenes, que no ofrece respuestas cómodas sino herramientas críticas para aprender a mirar.

Felices fiestas

Ojalá estos libros encuentren su momento y a su lector.
Que acompañen tardes tranquilas, silencios necesarios y comienzos suaves.
Que se abran sin prisa, se cierren para pensar y se vuelvan a abrir más adelante.

Regalar un libro es, al final, una manera de decir: estoy aquí, pienso en ti, deseo que tengas tiempo para leer, para parar, para sentir.
Tal vez por eso seguimos regalando libros incluso cuando sabemos que no siempre se leerán de inmediato. Porque un libro no se mide solo por su lectura, sino por su presencia. Por lo que promete. Por la posibilidad de abrir un espacio propio en medio de lo cotidiano.

Regalar libros es, en ese sentido, una forma de resistencia suave frente a la prisa.

CAROLINA ISASI es periodista literaria, os recomendamos mucho su Newsletter Mirando a la Bahía y seguirla en su instagram

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